Hola Viajer@s:
Han pasado ya unas semanas desde la última publicación y es momento de regresar al placer de viajar por las ilusiones que nos regalan en cada aventura nuestros viajeros invitados. Seguimos en África, recorremos sus estremecedores dominios, obedeciendo a las leyes de la emoción, esa que nos pone junto al abismo para echar un vistazo a través de los ojos de quienes comparten con nosotros sus viajes, que van llenando las páginas de este libro, cargado de sueños, fotografías, vivencias e historias, sobre todo eso, la historia que se teje con cada recorrido hecho por quienes nos guían en sus propias aventuras.
Y es eso lo que pasa hoy, volvemos al origen de esta fantasía de compartir lo recorrido por nuestros pies, regresamos a lo que para cada uno fue aquella travesía única, particular, irrepetible. Un recorrido homenaje a la soledad, no al viajar solos (no estrictamente), sino al original tinte de cada recorrido para cada viajero del mundo, en especial al particular tono en que Charly, nuestro viajero invitado de hoy, ha puesto a su recorrido por Namibia.
Es inimaginable lo que puede pasar a bordo de la moto de Charly, así lo podemos ver en sus fotografías, así lo podemos notar en su bitácora, así lo podemos percibir en sus viajes. ¡Son una nota!
Aunque en algún momento el relato se torna un tanto personal (ideal para quien desee enterarse de ciertos detalles o como yo, soltar alguna carcajada), la descripción de los lugares, Aus y los nombres de varios de los habitantes cuadrúpedos comunes de este continente y más, hacen de este viaje algo emocionante. Videos y fotos develan los aspectos que de que se llena este recorrido para un turista que solo, en su moto, se despoja del plan y la previsión, para entregarse al placer de ser un ciudadano más, tal vez el más despistado de alrededor, que no sabe para donde va o qué hará, almacenando y luego diseminando el anhelo de todo ser sobre la tierra: ¡su libertad!, la misma que le hace un ser común a alguien que apenas ve pasar por la carretera polvorienta y hermosa, llena de vida, secretos y placer: la carretera de África; la única de aquel lugar, cualquiera que este sea, al que se llega sin dirección ni razón, siguiendo únicamente la convicción de que el viaje no ha terminado, avanzando sin parar porque detenerse es dejar que el tiempo se lleve lo que el inmenso continente ha legado a sus constantes conquistadores, los transeúntes extranjeros del desierto que vienen y van, sin heredar esta tierra, pero sintiéndose más y más propios en ella.
Este viaje es una experiencia muy personal, algunos nombres de lugares parecen apenas alegorías al ego viajero de su autor, pero tan reales como lo son Angola, Ciudad del Cabo y Johannesburgo en el ideal de su itinerario (incluso hasta las mismas Alemania y España). Namibia se desnuda en cada fotografía, queda registrada en la memoria a través de cada uno de sus vigilantes nómadas siguiendo trazos genéticos, animales que simbolizan la vida en movimiento en un lugar de arenas que van desde nuestros pies hasta el horizonte y viceversa; Namibia, en detalle, sigue siendo un raro espejismo del desierto.
Lejos de interpretar las opiniones de terceros con quienes el autor comparte el viaje, al menos una parte del mismo, leer este recorrido hace delirar nuestros sentidos y nos conecta con el viajero que vive dentro de cada uno de nosotros, aquel que nunca para en su andar, en su continua tarea de descubrir.
Viajar es un hecho común, ¡lo que descubras es tu propio viaje!
Hasta un nuevo viaje!
A bordo o A pie